miércoles, 26 de agosto de 2009

ARTE-SANA

Analiza las piezas detenidamente, escarba en el montón para encontrar otras con que encajarlas, suaviza los bordes con una lija, los pega con cianoacrilato y en caso de necesidad, utiliza la soldadora eléctrica o rellena los huecos con cristal derretido. Tiene clientes fijos con padres posesivos, jefes coléricos o parejas irritables. En estos casos, para prevenir, recomienda alejarse de los espejos y prescindir de objetos contundentes como martillos, zapatos de aguja o reproches envenenados. Trabaja de 8 a 3 recomponiendo egos y advierte de que, inevitablemente, el cliente encontrará diferencias antes y después de la restauración.

viernes, 14 de agosto de 2009

HUIDA

Albania Rojas nota cómo las llagas en su pies van haciéndose más profundas a medida que aumenta la marcha. Sus plataformas negras son apisonadoras que con su torpe prisa marcan al azar una baldosa de cada escalera. De vez en cuando, pierde el equilibrio y sus tobillos parecen juncos que milagrosamente no se quiebran. Albania Rojas piensa que debajo de las tiras de sus sandalias algunas heridas ya empiezan a supurar, pero sabe que si se detiene el dolor será más intenso y no será capaz de seguir caminando. El calor del mediodía deforma la visión de las calles vacías como una televisión mal sintonizada. El calor pesa en su cabeza y se convierte en lija morbosa sobre sus pies escocidos. Albania Rojas siente que tiene que aumentar la marcha. Un rally de gotas de sudor se enreda en su pelo castaño, que protesta retorciéndose y aferrándose a la piel ardiendo. Albania Rojas casi está corriendo y cada vez está más cerca de caer al suelo. En cada traspiés, la hebilla se le clava en el tobillo y el latigazo que siente la espolea para seguir adelante. Su vestido blanco de algodón se le agarra al culo y a las pantorrillas y empalidece hasta hacerse transparente. Está a punto de llegar al final de la cuesta y antes de doblar la esquina del bulevar puede verla a través de la cristalera junto a otros viajeros que obsevarán las pantallas de información. Estará de pie, vestida de manera impecable, tiesa como una escoba y la mirará condescendientemente mientras pensará menuda facha que tiene.

Albania Rojas se detiene justo antes de doblar la esquina del bulevar, saca el móvil, habla con su marido y después busca en la agenda el teléfono de su suegra. No podrá llegar a tiempo a la estación, pero Alberto estará allí en diez minutos. Y sí, ya ha estrenado las plataformas negras que le regaló. Le da la razón: con unos zapatos altos parece otra cosa.

Albania Rojas cierra el móvil con una mano, se gira hacia el asfalto y con la otra para un taxi.

jueves, 6 de agosto de 2009

PERFIL

Así, quietecita. Primero déjame perfilar esa nariz perfecta y luego tus brazos bien torneados. ¡Qué excelentes proporciones! Casi no necesito guiar el trazo, que se curva travieso para plasmar esa manera tan graciosa de colocar los pies. Aún no he finalizado y ya siento que es mi mejor obra. Lástima que mi jefe no me va a dejar limpiar la mancha roja que se extiende sobre el asfalto.