martes, 20 de diciembre de 2011

ALTA VELOCIDAD

Me dirijo hacia la cafetería por el pasillo de un tren que viaja a 300 km/h. De vez en cuando me tambaleo. Sentada no reparaba en la velocidad, pero ahora, caminando a contracorriente, me percato de que no me resulta fácil guardar el equilibrio. Se diría que avanzo, pero es una ilusión. Alguien ha soltado la goma de un tirachinas gigante y la cápsula blanca en la que viajo me devuelve irremediablemente a la casilla de origen. Yo acelero el paso y de vez en cuando me agarro al respaldo de un asiento, sin darme cuenta de que no hay asidero posible, de que mis pasos son estériles. En una de las curvas doy un traspiés. No puedo asegurarlo, pero me ha parecido que alguien detrás de mí reía.