martes, 5 de junio de 2012

COMUNICANDO

Hace cinco años Marga decidió que no tenía nada más que decir, desenroscó el micrófono del teléfono y llenó los circuitos de chupito de piruleta. Contra todo pronóstico, siguió recibiendo las mismas llamadas de las mismas personas. Durante meses. Sus interlocutores apenas notaban nada extraño, de no ser por que Marga se había vuelto mucho más dulce y porque, al colgar, sentían una euforia artificial y perdían momentáneamente el equilibrio.

Para Marga, sin embargo, las conversaciones eran igual que siempre.