Las huellas nevadas del caminar taquicárdico de Hortensia Arteta revelan un trazado electrocardiógrafico que sugiere la presencia de una acumulación de desgracias de sesenta y siete metros de espesor. Sus vecinos, que lo saben todo, contienen la respiración cada vez que Hortensia Arteta se lleva la mano al pecho, temerosos de quedar sepultados por una gran avalancha.