Don Lorenzo amplió a tres las dimensiones de la literatura: forma, contenido y diseño. Puesto que la lectura era una actividad de carácter visual, habría que aplicar los criterios de la disciplina de las artes decorativas. ¡Qué lector puede asumir que los adjetivos de color se escriban detrás de los objetos y no SOBRE los objetos! ¡Qué lector puede asumir que lo contenido se escriba antes que el continente y no DENTRO! ¡Qué lector puede asumir agrupaciones de sustantivos pares, cuando cualquier profano del diseño conoce que de tres en tres o de cinco en cinco los objetos resultan mucho más dinámicos?
Sus primeras publicaciones fueron bien acogidas por el público en general, que calificaban de fenomenal una literatura en la que el ojo viajaba en el plano de la hoja en blanco y cuyas combinaciones semánticas eran tan infinitas como nulas, de modo que no provocaban ningún quebradero de cabeza.
La literatura tridiemensional inició su declive tras publicarse las primeras grandes novelas tridimensionales, que, tras su lectura, provocaban en el público episodios de nistagmo, confusión mental y agrias discusiones familiares sobre si el término "bienvenido" debía quedar en la parte superior, a modo de lámpara creadora de ambientes cálidos, o en la parte inferior, a modo de felpudo.