viernes, 5 de julio de 2019

AMANECER

Hay cierta belleza en despertarte por la mañana con el pelo revuelto y el rimmel corrido. En ajustar tu sujetador berenjena con un movimiento de hombros holliwoodiense de actriz años cincuenta. En la postura de musical de sirenas (brazos en alto, palmas pegadas, rápido aleteo de piernas) con la que te deslizas de nuevo en tu vestido de seda. En los dos pasos de ballet con los que te calzas las sandalias de tacón y en el tierno beso con el que rozas los labios del que aún sigue en la cama, todavía caliente, a pesar de que, a estas alturas de la mañana, ya ha perdido mucha sangre.

sábado, 31 de enero de 2015

CONSEJOS DE JARDINERÍA

Si cultiva un jardín y no puede soportar la pérdida, arranque las flores y plante cactus. Después confíe en que el frío no llegue, porque deseará volver a plantar flores. Y ni las flores ni los cactus soportan las heladas.

sábado, 16 de agosto de 2014

Breve semblanza de autores olvidados IX: Urbano del Campo.

Decían los padres de Urbano del Campo que no se explicaban de dónde le venía su espíritu de contradicción, que cultivó desde su más tierna infancia y lo condujo irremediablemente a una exacerbada obsesión por el oxímoron ("quero un helado calente" y otras construcciones precozmente poéticas).

No obstante, no es hasta el descubrimiento del tópico del beatus ille en un libro de Literatura de 3º de ESO, que le enfrenta por primera vez con su propia naturaleza paradójica hormonada, cuando se descubre incapaz de escoger entre "descansada vida" y "mundanal ruido" sin experimentar síntomas de un trastorno de identidad disociativo (lo cual le valió el apodo de Hulk entre sus compañeros, aterrados y excitadas respectivamente).

Siguiendo el consejo del departamento de Orientación, Urbano del Campo comenzó a escribir poemas de corte hipster, reuniendo muy pronto en torno a su figura a un público que no era tanto que comprendiese y valorase su obra, como que se felicitaba de que el noventa y cinco por ciento de la población restante no lo hiciera.

Urbano del Campo vive actualmente a caballo entre Madrid y Cercedilla, que no es que me guste ni me deje de gustar, pero allí por lo menos hace fresco.


martes, 8 de julio de 2014

HOGAR

Recibo muchos correos de ustedes, amables lectores, interesándose por el estilo naufragio, que se ha convertido en la tendencia decorativa del momento. Este nuevo concepto responde a la estética del caos: ni el más obsesivo intenta poner orden en los restos de un naufragio. Para conseguir un auténtico estilo naufragio es fundamental que evite los espacios diáfanos dejando caer objetos aquí y allá con los que pueda tropezar y hacerse daño (la botella de champán de la última fiesta o una carta de amor caducada serían elecciones excelentes). No dude en arrancar las cortinas y dejar que el sol actúe de enorme foco natural de revelar miserias, que tenga que moverse por la habitación entornando los ojos para evitar ser deslumbrado.

Renuncie a esta tendencia decorativa si no ha naufragado nunca; el estilo naufragio deja un regusto a sal en la boca y un leve escozor en las fosas nasales que puede ser molesto e incluso insoportable para los que siempre salen a flote.

Se recomienda, si desea recibir visitas, suavizar ambientes con una luz azul-piscina-municipal-con-socorrista.

viernes, 23 de mayo de 2014

HITOS EN LA EXTINCIÓN DEL PiROPO ESPAÑOL (III): Cuánta curva y yo sin frenos.

¡Cuánta curva y yo sin frenos!

Últimas palabras del pobre infeliz momentos antes de estrellarse contra el dorado empeine, tras haber superado baches claviculares, montículos senos, vientres vertiginosos y piernas de montaña rusa.

miércoles, 7 de mayo de 2014

TERROR SERIE B

Mi exnovio presumía de que nunca se perdía un café. Lo cierto es que no ha faltado a ninguno desde que lo conozco, ni siquiera después de lo del cianuro.
A mí empieza a aburirme ese discursito zombie-sarcástico que corroe el alma de todos mis interlocutores. Sobre todo porque, cuando regresa a su averno, nunca sé qué coño hacer con sus cuerpos.

martes, 29 de abril de 2014

DEPORTE

Todas las canciones no valen para caminar, ni todas las personas valen para ser felices.

Ser feliz es cansado, sobre todo cuando lo practicas saltándote los ejercicios de calentamiento. A nadie en sus cabales se le ocurre tratar de ser inmensamente feliz justo después de terminar El árbol de la ciencia, puesto que, como mínimo, te arriesgas a contracturarte los músculos cigomáticos, con el consiguiente periodo de reposo de felicidad (en el que solo se permiten lecturas de autores existencialistas y de programas electorales).

Cuando eres muy feliz durante un tiempo considerable, te conviertes en un deportista de élite de la felicidad. Entonces la presión de tu público es insoportable. Como bajes la guardia de una de las comisuras de tus labios, tus seguidores se muestran decepcionados, si no violentos. ¿Qué pasa, que nos cansamos de sonreír? ¡A mí me gustaría verte levantándote a las cinco de la mañana para ir al curro, mamón! Por eso no hay más remedio que entrenar horas y horas en los entornos más hostiles y aficionarse a reuniones de trabajo, velatorios y comidas familiares.

Inevitablemente, un día te haces mayor, reconoces el fin de tu carrera y das una rueda de prensa de despedida en la que incluso te permites el lujo de soltar una lagrimita.

Está acabado - murmuran tus fans.

Y tú haces enormes esfuerzos por retener una sonrisa que surge de manera espontánea, no sea que a los patrocinadores se les ocurra volver a marcar tu número de teléfono.