miércoles, 15 de abril de 2009

ENGANCHADOS

Cuando por fin me decidí a llamarla, ya estaba enganchada a otro. El Otro era vibrante . Su melódica voz la hacía reaccionar con mayor excitación que cualquiera de las caricias que yo hacía resbalar por su columna vertebral. Estaba tan unida a él, que una breve separación la llenaba de angustia. El Otro la conectaba al mundo con sus historias. Horas y horas de palabras susurradas al oído durante las cuales ella podía sentir cómo el Otro se iba convirtiendo en el más ardiente de los amantes.

Ahora apenas nos vemos. Ella prefiere que la llame por teléfono. Antes, cada día; ahora, a cada momento. Yo no dejo de hacerlo nunca, con la esperanza de que esas palabras tiernas que oigo salir del auricular sean un día para mí, y no para su Samsung E600.

miércoles, 8 de abril de 2009

DESAGÜE

Ella escupía dardos de hiel congelada que al contacto con la realidad sangraban manchas negras y viscosas. Él, suicida, se lanzó sobre ellas y desapareció en uno de sus reproches. Nunca bajas la tapa del váter, creo que fue el elegido.

martes, 7 de abril de 2009

ABANDONO

Te di todo mi calor. A veces te sentía temblar de frío, otras de placer. Nunca me importó que me compartieras con otras. Ellas hablaban mejor, eran listas, reían y lloraban, pero no te abrazaban cada noche hasta que te quedabas dormido, como yo lo hacía, amante y madre.
Cuando decidiste regresar a España empalidecí de pena. Me había convertido en una carga y nunca más te volvería a ver. Pero tú te ocupaste de todo y me llevaste contigo, a tu ciudad española, donde de nuevo yo dormía tendida sobre ti, acariciándote suavemente cada parte de tu cuerpo, desde el cuello hasta los dedos de los pies .

Luego llegó ella, tan lista, tan segura. Aunque por un momento temí por mí, te conocía bien. No duraría, como no habían durado ninguna de las otras chicas listas que hablaban mejor que yo, que reían y lloraban. Y aunque tuviera que compartirte unos días, unos meses, de nuevo estaríamos solos tú y yo, en tu cama, intercambiando caricias por temblores y sueños.

La abandonaste. Nos abandonaste. Todavía retumban tus palabras en mi cerebro deshilachado. ¿Que qué haces con la colcha? Quédatela. Y si no la quieres, dónala a la caridad.

Ella me miró con lástima. La mitad de sus lágrimas salieron de mi corazón, enmarañado de rabia.