lunes, 30 de noviembre de 2009

DES-COMPOSICIÓN

Viven desorientadas y temen a menudo por su vida. Si no les faltaran las palabras, muchas de ellas podrían relatar terribles historias de las que han ido desapareciendo. A algunas no se las volvió a ver, otras regresaron irreconocibles de tan deformadas. Tienen miedo, mucho miedo. Diariamente suplican con todas sus letras que el autor termine de revisar de una maldita vez este relato y así puedan descansar tranquilas.

sábado, 21 de noviembre de 2009

1,67 METROS ESPALDA

Viernes por la tarde. Boca arriba, avanza por la piscina sujetando el pull buoy sobre los muslos con ambas manos. Patada a patada salpica el agua hacia arriba y va dejando atras las líneas marcadas en el techo.
Sábado por la mañana. Boca arriba, apoya ambas manos sobre el ordenador caliente, que le aplasta los muslos. Siente que que no avanza. Patalea. Mira al techo y no hay líneas marcadas.

domingo, 15 de noviembre de 2009

COMODIDAD

Un día decidió que iba a levantarse del sofá, pero aunque hacía esfuerzos por separar sus muslos del asiento, no lograba mover ningún miembro. Desconcertado, vio que sus piernas habían adquirido el tono azul de la tapicería y si hubiera podido levantar las manos, habría comprobado su tacto aterciopelado. Los primeros meses fueron muy duros. Asistió con angustia impasible a los gritos de su mujer cuyas lágimas se colaban entre sus hilos. Le devoraba la impotencia de verla y no poder hacer nada hasta el punto de crujir como si la carcoma de la tristeza hubiera invadido todos los rincones de su esqueleto de madera.
Sufrimos mucho hasta que aprendimos a querernos: ella rozaba su pecho con mi respaldo y yo la abrazaba acariciándole las caderas con mis grandes orejas. Con el tiempo se buscó un amante que puso a prueba mis muelles. Nunca fuimos tan felices, y si los vecinos murmuran, qué quieren que les diga ¡me importa un cojín!

martes, 10 de noviembre de 2009

¡CORTEN!

Automáticamente, el proyector se pone en marcha y le taladra el cerebro como una vieja Singer que, con las convulsiones diabólicas de su aguja, envenena sus circunvoluciones. A cada puntada, un fotograma cicatriza sobre la sangre espesa y el pasado se va hilando tras sus ojos. Mira hacia adentro, ve correr las imágenes y, a ciegas, rebusca en el botiquín la caja de ibuprofeno.