viernes, 12 de julio de 2013

PAREJA

     
       Querido, ¿por qué no escribes algo sobre mí en el blog?

No hacía ni cuatro meses que salía con ella y, sin embargo, ya le había contado de pasada que una vez escribí algo sobre una examiga, que si yo fuera una mujer en vez de un tío seguro que me habría dado cuenta de que daba bastante igual lo que hubiera dicho antes o después: "examiga" era un disparo que hacía que el resto de las palabras salieran en desbandada.

Y sí, lo escribí, ¿qué me costaba? No tengo críticos a los que decepcionar y sólo he de colocar los dedos encima del teclado para que mi cerebro dé vueltas como una hormigonera. Así que lo escribí, repito, y aunque soy especialista en tipos crueles, tristes y raros, traté de dejarla bien, porque intuía que, en caso contrario, la excusa de la ficción no me iba a ahorrar un buen saco de reproches.

Y la metí en mi blog.

La primera vez sólo me di cuenta de que la fuente y el tamaño de la letra habían cambiado y lo achaqué a la nueva aplicación para android, que solía desconfigurarme todas las entradas. Sólo fue el principio. Al día siguiente mi fondo de pantalla había adquirido un tono frambuesa (ella me había enseñado que los colores también se comen)  nada acorde con las mentes desgastadas de mis personajes, e incluso había aparecido la foto de un balcón de geranios en la página principal. Inquieto, comencé a revisar cada uno de mis relatos y comprobé horrorizado cómo ella los había invadido todos, sustituyendo en mi atrezzo literario las guillotinas, juguetes eróticos y botellas de vino por cintas andadoras, lechugas de todos los colores y agua mineral. No contenta con la redecoración, procedió a despedir a mis personajes canallas con la excusa de que aquello a partir de ahora sería una casa decente y hasta la femme fatale de la entrada del 2 de diciembre, a la que nunca le importó el ayer ni el mañana, me odia por algo que ella le ha confesado de mujer a mujer, tejemanejes femeninos con los que urden tapetes de ganchillo para espantar amantes.

Yo no he vuelto a abrir el blog y tampoco sé qué decir que no me haga dar con mis huesos en un sanatorio.

 A veces, cuando hacemos el amor, la miro y le pregunto:
- ¿Querida, por qué no te abres tu propio blog?
Y ella siempre me responde:
- Cariño, con un escritor en la familia tenemos suficiente.

Y se ríe como la femme fatale de la entrada de 2 de diciembre, mientras me propone un par de nuevas posturas que no sé dónde cojones las habrá aprendido.

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