domingo, 2 de mayo de 2010

ÁNGEL DE LA GUARDA

Martirio se levanta temprano y sale a correr al parque cada día a las seis de la mañana, a pesar de que ni le gusta el deporte ni lo necesita. Como cada día, se sienta en el mismo banco oxidado y espera. Dos o tres minutos, diez, incluso quince, hasta que Ella aparece. Entonces la sigue. Siempre a varios metros de distancia, para que no se dé cuenta. Al principio le costaba adaptarse a su ritmo, pero después de tres meses de entrenamiento ya puede correr como Ella, acompasando sus pasos, sintiendo lo que Ella siente en cada zancada. Sin que Ella lo sepa, Martirio permanece alerta ante cualquier movimiento extraño. Ella no lo sabe, pero está en peligro desde que Martirio la maldijo. Por eso se levanta temprano cada día y la persigue por el parque, para vigilar sus pasos.

1 comentario:

  1. Inquietante como todos los que escribes. Me recuerda a un poema de Octavio Paz en que alguien se persigue a sí mismo. No sé si es una idea parecida...

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