jueves, 30 de diciembre de 2010

SALVAR A LA CHICA

Íbamos en un taxi de asientos de cuero que crujían con cada uno de tus movimientos inquietos. Miraste por la ventanilla y y luego, por segunda vez aquella noche, el móvil. Cuando puede asimilar ese Pare aquí y lleve a la señorita a casa ya te habías apeado de un salto y te alejabas a paso ligero siguiendo la tapia del colegio mayor. Luego llegaste a casa, dejaste la capa de en la cesta de la ropa sucia y te metiste en la cama, inquieto tras comprobar, con tus rayos x, que fingía estar dormida. Cariño, aunque hace tiempo que asumí que el trabajo de superhéroe es así de esclavo, no esperarás que me crea que tardaste dos horas en descubrir que los mensajes eran míos, ni que te sea yo quien frote las manchas de chupito de fresa.

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