martes, 24 de mayo de 2011

EBASTINA

Me enamoré de un hombre al que tenía alergia. Llegué a esta conclusión después de recorrer las consultas de todos los alergólogos de la ciudad. Inicialmente sólo era una leve urticaria, que yo achaqué más a la falta de entrenamiento que a la enfermedad, el estrés de la vuelta al mercado. Pero, para mi desesperación, los síntomas se iban intensificando. Los primeros días pude disimularlo apelando a la emoción.
Tienes los ojos llenos de lágrimas.
Lloro de alegría, de lo mucho que te quiero.
Después de un mes la cosa se empezó a complicar y nuestras visitas a urgencias se convirtieron en una rutina. Mi amante, preocupado por mi salud, empezó a evitar todo tipo de romanticismos: adiós a las flores, fuera el chocolate y nada de perfume. Tampoco los libros, por si el mal estaba en los ácaros. Dejamos de ir a cenar al restaurante indio de la esquina y evitábamos los aires acondicionados.
¿Cómo puedes estar saliendo con un hombre tan poco detallista?-se asombraban mis amigas.
Tomaba los antihistamínicos por docenas y veía con tristeza cómo mi amante comenzaba a enfermar de preocupación.
Es la conciencia -sentenciaban mis amigas, que ya lo odiaban.
Un día follamos y sufrí un shock anafiláctico.
Creo que me quieres demasiado. No puedo vivir con esta angustia.
                                                                                                               Y me dejó.
Yo me tomé una dosis doble de ebastina, para que no me viera llorar.

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