Tras una
representación teatral el telón cae y regresas del viaje algo desorientada. Entrecierras los ojos mientras estiras la
columna vertebral como si realmente volvieras de un viaje en el
tiempo, aturdida, recomponiéndote de una desintegración molecular de vieja
película de ciencia-ficción.
Hoy
has regresado al teatro. Has vuelto a ser la espectadora de una pieza
estrenada mil veces y has aguardado pacientemente la caída del telón con
las manos abiertas a un aplauso previsible. Pero hoy el telón se ha
desplomado y te has visto de ficción. Desde el escenario, un actor semidesnudo observa tus vanos deseos de volver a ser materia.
Su gesto burlón me dice que no debes esperar aplausos.
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