lunes, 5 de septiembre de 2011

RECLAMACIÓN

Estimado Sr.:
                      
Hace varios años contraté con su empresa un Programa de Reorientación Vital a través del Guion Cinematográfico que me aseguraba un giro a lo Nureyev en mi desastrada vida. Confíe el argumento de su vida a nuestros guionistas, rezaba el folleto. Sea por primera vez el verdadero protagonista de su historia.
Rellené el cuestionario con sinceridad, como se indicaba, y considero que no fui excesivamente ambicioso en mis pretensiones. Aboné el servicio mediante transferencia bancaria y comencé a recibir los guiones cuando apenas habían transcurrido siete semanas.
El primer tomo lo leí de un tirón. Mi nueva vida me encantó. Reí con mis ocurrencias, me enorgullecí de mis acertadas decisiones y de mi nueva agilidad mental. Era exactamente lo que había soñado. En diez días lo memoricé  y en diez más podía representarlo con tal naturalidad que nadie sospecharía que mi vida era de diseño. No tardé mucho en comprobar que no sólo mi papel era perfecto, sino que los demás se adaptaban perfectamente a él. Fue un alivio porque la improvisación no es mi fuerte.
Hasta octubre recibí treinta y seis tomos de felicidad Arial 12 a doble espacio, encuadernada en canutillo. Un 2 de noviembre recogí de mi buzón el tomo trigésimo-séptimo. Ese día comenzó mi pesadilla. Apenas había leído doce páginas cuando descubrí los primeros errores de impresión: las páginas de la 13 a la 17  estaban en blanco. En un primer momento me dejé llevar por la angustia, pero me repuse y di con una solución. Durante ese intervalo permanecería en mi casa: no contestaría el teléfono, no abriría la puerta, me sentaría en el sofá y confiaría en que el tiempo pasara pronto sin incidentes. Así fue aquella vez y no tardé en retomar el guion y volver a la normalidad.
Los siguientes diez tomos llegaron en el plazo acordado. Cerré los ojos. Olían a nuevo, a dicha. Abrí el primero al azar y la ilusión se me derritió por dentro. Lo aparté. Cogí el segundo. No podía respirar. Estaban llenos de páginas en blanco, tachones, fragmentos en otras lenguas y manchas de tinta. Volvió el miedo y la parálisis. Un par de veces traté de reanudar mi vida, pero en aquellas condiciones, no fui capaz de salir del portal.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que recibí el penúltimo tomo, en blanco. El mismo tiempo que llevo sentado en el sofá junto a la persiana entreabierta. Incapaz de continuar más tiempo en esa situación, le ruego encarecidamente que su empresa tenga a bien enviarme el último para que pueda poner a mi vida un punto y final.

Esperando una pronta respuesta, queda a su entera disposición:

C. V.

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