Sabrina se sentó sobre sus talones y acomodó su regazo a ese cuerpecito rosa que lanzaba sollozos rítmicos y se agitaba entre sus brazos. Al poco rato, ya no lloraba. Ni siquiera cuando Sabrina golpeó su cuerpo de plástico contra el terrazo y salió corriendo para buscar a su mamá, que la besó en la cara y le prometió comprale una nueva pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario