Ahora sé que no ha muerto. Sigue ahí, escondido en mi tejido óseo, como un alien. De vez en cuando, le late el corazón. Entonces me siento y lo miro fijamente, con sorpresa y algo de miedo. Cuando me descuido me muerde y pierdo el equilibrio. No le interesa mi muerte, sólo mi dolor. "RECUERDA QUE TE DUELE", parece decir con cada punzada.
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